Luego de acomodarnos en la camioneta, previo aprovisionamiento de agua caliente para el mate, partimos hacia Las Cuevas, todavía teníamos unas cuantas horas de viaje por delante.
Al llegar a Uspallata hicimos la clásica parada para comprar algo para almorzar y continuar viaje.
Pasado el mediodía llegamos a Las Cuevas, el último pueblo antes de la frontera con Chile, luego de acomodar todo el equipo comenzamos a caminar, por suerte se veía que arriba había nieve, por lo cual decidimos llevar solo agua para tomar durante el camino, sino las mochilas serían mucho más pesadas, como no hay ningún arroyo hubiésemos tenido que llevar por lo menos 6 litros de agua cada uno.
Luego de caminar un rato, preferí continuar por el camino (por donde se supone que pueden subir los autos, pero en el estado en que está con suerte pasa una camioneta 4x4) que es más largo pero la pendiente es más suave y evitar la picada, tardaríamos un poco más en llegar pero igualmente luego decidimos hacer un atajo entre el camino.
A las dos horas decidimos parar para hidratar y comer algo, una perra nos acompañaba, así que se comió la mitad de la comida de marcha que llevábamos.
Al ir por el camino nos cruzamos con un ciclista y también vimos gente
que bajaba corriendo (y yo que creía que solo nosotros éramos los locos).
Luego de unas horas, al final llegamos al campamento, como había bastante viento tratamos de armar las carpas lo más reparadas posible en las paredes de la antigua aduana, que esta totalmente cerrada.
Algunos no se sentían muy bien, ya estábamos a 3800msnm.
Mientras terminaba de poner las piedras sobre el faldón de la carpa, Violeta, mi compañera de carpa junto con Marilu, comenzó a derretir nieve para poder hidratarnos.
A la noche como no teníamos muchas ganas de cocinar, decidimos comer algo de queso y tomar un buen mate cocido caliente, también dejamos agua caliente en los termos preparada para el desayuno lo cual facilito bastante las cosas a la mañana.
La perra continuaba con nosotros, a la noche se acomodo entre las carpas, el problemas es que a la madrugada comenzó a ladrar y a gruñir, o sea que entre la altura y la perra no durmió nadie.
A la mañana nos despertamos muy temprano, estaba el sol sin ninguna nube, por suerte durante la noche el viento paró y alrededor de las 7.30 comenzamos a subir, a un ritmo tranquilo pero constante fuimos ganado altura... la vista era espectacular. Luego de unas horas de marcha paramos un rato para hidratar y comer algo antes de comenzar a atravesar los penitentes de hielo. Penitentes que al comienzo son divertidos, pero luego de un rato se transforman en molestos, especialmente cuando uno tiene la tendencia de patinar en el hielo bastante seguido (como es mi caso).
Luego llegamos a un punto donde la pendiente y el terreno cambia, la pendiente se hace más pronunciada y el terreno más rocoso, antes de comenzar con ese tramo paramos para descansar un rato, algunos decidieron dejar la mochila ahí, yo preferí llevarla porque tenia todo en ella, el agua, la cámara, abrigo, etc.
Al comenzar a subir nos fuimos separando, en un momento tome un camino alternativo y perdí la senda, al retomarla quedé última en el grupo, luego atravesamos una parte en donde había muchas piedras sueltas y la pendiente era bastante pronunciada con lo cual comenzaron a caer bastantes piedras de los chicos que iban más arriba, al ir ultima traté de ir lo más cerca posible de la persona que iba adelante mío, así de esa manera si se desprendía una piedra no tendría mucha velocidad y no me lastimaría si me pegaba... la ídea fue buena, pero no tuve tanta suerte, en un momento se desprendió una y por más que iba cerca de mi compañero que estaba delante mío, evidentemente la piedra me pega con el filo en la pierna, debajo de la rodilla y aunque tenia los 3 pantalones puestos (la primera capa, el polar y el impermeable), vi todas las estrellas.
Como estábamos en el lugar un poco complicado no podía parar para verme, pero con el dolor ya sabia que me había lastimado, al rato cuando me pude ver tenia una corte y un huevo gigante azul. Dudé en seguir subiendo, el dolor era bastante pronunciado, pero faltaba poco para la cumbre, solo media hora, y todavía era bastante temprano, había tiempo. Tome un analgésico y decidí continuar.
Seguí caminando lento con el último grupo, y luego de un rato ya veíamos la cruz en la cumbre. Llegamos junto con la perra, la vista era impresionante, valió la pena el esfuerzo.
Luego de estar un buen rato en la cumbre, de sacar fotos y de dejar testimonio en el libro de cumbre, comenzamos el descenso, no podíamos bajar por donde subimos, el terreno no lo permitía, bajamos por un acarreo hasta donde estaban las mochilas, a partir de ahí nos fuimos separando. Bajé con el último grupo, éramos 6 y por un momento se nos complicó, ya que había muchos penitentes y no llegábamos a ver al grupo que iba bajando delante de nosotros, pero con la radio lo pudimos solucionar.
A la tarde ya estábamos todos de regreso en el campamento, de nuevo había que derretir nieve, comimos algo y nos fuimos a dormir, todos estábamos cansados pero en la noche, nuevamente la perra empezó a ladrar, así que otra vez no pudimos conciliar el sueño.
A la mañana todos nos sacamos fotos en el Cristo Redentor y emprendimos el regreso por el acarreo, luego de unas horas ya estábamos esperando a la camioneta en Las Cuevas.
Al llegar a Mendoza almorzamos un asado, antes de tomar el micro de regreso y volver a la rutina diaria de la ciudad.
Es una muy linda montaña para hacer, los paisajes son increíbles, no creo que me olvide pronto de ella, en realidad me voy a acordar del Santa Elena cada vez que vea la marca que me quedo en la pierna, pero valió la pena. |