Todos sabemos ya que Juan Pablo Sarjanovich, se convirtió en el primer argentino en la cima del Kangchenjunga. Sin embargo, quisimos preguntarle simplemente ¿Como fué el momento decisivo de intentarlo? y ¿Que vivió en ese entorno tan especial?... Nada menos, que un 8.000.
¿Como fue ese último largo día?
El recuerdo que tengo es como que fueron 4 o 5 días distintos. Por lo extenso pero también por el sinfín de emociones que me tocó atravesar. Por la altura que todo lo trastoca. La altura no tengo dudas actúa como una droga, alterando la percepción de las cosas, metiéndose con las emociones, con los recuerdos. Con los pensamientos. Y cuanto mas alto vas, mas te la pone. Las sensaciones de un campo base ya están alteradas. Las de una etapa de aclimatación lo están aún mas. Las de un Summit push de un ochomil son muy fuertes. Los pensamientos se agolpan, el corazón no para de latir, estas aturdido y confundido. Y a medida que empezas a subir para cumbre la cosa se pone peor, cada vez peor. Y como si estuvieses tomando cerveza en un boliche o un vino con amigos de a poco el cuerpo y la mente se van aletargando de una manera increíble. De a poco te dejan de pertenecer. Tenes que estar con todas las luces para no perder el dominio y trabajar en pos del objetivo. Y generalizo porque no solo es ir a cumbre. A veces el objetivo es tan solo buscar el celular en la carpa. Donde lo puse? Si lo tenía en la mano la csm. A veces es ayudar a bajar a un colega. A veces es pelear por la propia vida.
foto de Juan Pablo Sarjanovich
¿Que se te pasó por la cabeza? Dormiste algo?
Creo que no fuí del todo conciente que al levantarme en campo 3 a 7000 ya estaba de Summit push. Sabía lo que se venía, sabia que esa misma tarde cuando llegara a campo 4 apenas descansaba un toque y seguía para cumbre, pero de alguna manera en mi cabeza no me lo figuraba así. Recién tomé conciencia y me armé mentalmente para cumbre cuando estaba por salir de campo 4. Con una espantosa y bienvenida naturalidad, salí de la carpa, lo vi a Rodrigo Vivanco que recién arrancaba y al poco lo alcance y seguimos juntos sin O2 un buen rato. Pero esa mañana no estuvo exenta de emociones. Esa última noche tampoco, pues decidí meterme a dormir con un par de sherpas en C3, una avivada para no armar la carpa mía, lo mismo que hizo Vivanco. Y me arrepentí porque no solo los sherpas andaban a las idas y venidas con sus clientes, sino que uno no paró de toser en toda la noche. Así pues mezcla de la altura y su tos dormí poco y nada. Me levante re cansado al día siguiente. Cuando arranqué aún daba la sombra en la pared y puta que estaba frío. Tenia atenazados los dedos y me tocó enfrentarme con una grieta interminable, no podía agarrar la piqueta, no había forma de cerrar las manos. Ahí se me prendieron todas las alarmas. Creo que ese fué mi momento de mayor tensión. Pero yo se que a mi las mañanas me cuestan, siempre me cuestan. Y vengo superando malas sensaciones desde la primera vez... desde la primera vez que mi papá me levantó para ir al cerro a los 7 u 8 años. Así pues luego de ese paso, luego de recuperar aire por varios minutos y luego de recuperar calor gracias a la llegada del sol hice consciente el día de cumbre. Ahí si lo vislumbre y me concentre. Visualicé que iba a hacer, como lo iba a hacer y seguí. A partir de ahí no me freno nada. Salir tan temprano hacia cumbre fue una bendición, salís con calorcito, te volvés a poner el equipo y no está congelado, los dedos no duelen. la verdad fué una experiencia agradable. Sabía que iba a ser así y me consolaba pensando eso a la mañana temprano. Y así fue nomás. Esos pequeños trucos para engañar a la mente valen. El cuerpo sabe la que le espera y se resiste, siempre se resiste. Hay que estar preparado, el diablo actúa de manera silenciosa y habita en cada uno de nosotros. Hay que saber por donde anda para atajarlo.
A veces uno mentalmente repite o se auto alienta mentalmente, a modo de mantra ¿Algo similar en tu caso? ¿Cuales fueron esas sensaciones?
Practico yoga, cuando necesito enfocarme lo hago. Trabajo la respiración, la postura. Tomo conciencia de mi cuerpo, de mi mente y de mis emociones. He aprendido cuando debo motivarme y cuando no. Cuando subir llorando y cuando apretar los dientes y morderme el labio. Cuando acallar las emociones y cuando agitarlas. Trabajo la montaña todo el año. Cuando llegan estos momentos tengo un abanico de respuestas a lo que me pueda estar pasando y a lo que me toca enfrentar. A veces resulta y a veces no. Este año vine muy seguro de mi mismo pero además, todo lo que aconteció estuvo dentro de lo esperable. Lo poco o mucho nuevo que viví lo supe manejar y me ayudo a crecer. No hubo algo extremo que me pusiera a prueba. Algo que me saque de mi lugar. Fue un buen año. Luego de 5 temporadas salió una buena. Una limpia, memorable. Era la última sino lograba vencer algunas trabas que me estaban afligiendo. Por suerte todo estuvo siempre bien encaminado y ya estoy pensando en la próxima.
En una expedición siempre hay varios momentos, digámosles límites... ¿Cuando pensaste que te volvías? y ¿Cuando supiste que lo metías?
Nunca tuve la sensación de dar marcha atrás si a eso te referís. No en el día de cumbre. Tampoco tengo recuerdos de cansancio, de agotamiento. Busco en mi cabeza, en mi memoria momentos de fatiga a los que prestar atención, repaso cada uno de los momentos que aún tengo frescos y no encuentro uno. Me llama mucho la atención porque fue un día larguísimo, de los mas largos que he tenido que enfrentar en mi vida. Creo que en parte tiene que ver con la adrenalina, la concentración y el mambo de la altura que todo lo trastoca. Creo que a media hora de la cumbre cuando ya finalmente veo que no hay nada mas alto, cuando ya estoy entrando en la arista que conduce a la cumbre, ahí caigo en cuenta y largo un lagrimón. Venia muy pendiente del desnivel, tratando de no engañarme en cuanto a cuanto podía o no faltar. Sobre todo una vez que aclaró y pude empezar a ver claramente donde me encontraba. Ver el Jannu debajo mio, no no, no lo puedo ni pensar. El Jannu de 7710 msnm. Tantas tardes mirándolo desde abajo, en khambachen. Y de repente sale el sol y lo veo abajo. Ahí tenes que ser fuerte y consciente de lo que falta. La verdad es que tenia miedo de relajarme demasiado y perder el control. Los nervios, tenía miedo que me pese la cumbre. La verdad es esa. Tenía miedo que me pese eso de “ser el primer argentino en la cumbre”. Una tonta idea del tipo “vos no te mereces estar acá” y la cabeza se te planta y sonaste. Ya lo viví. Pero era pura intención, iba bien, me permití subir. También tuve que correr las ideas trágicas. Pensaba que me podía morir en cualquier momento. Todo fué tan perfecto que aún hoy, escribiendo esto en el avión, pienso que cosa puede salir mal? Y allá arriba venía con el lagrimón en puerta, a media hora de la cumbre. Pero me cruce con el primer grupo que bajaba de la cima en un paso complicado y quedamos todos atorados. Eso me la bajó. En ese paso se me bajó la emoción pero me convencí de que hacia cumbre. La convicción, que herramienta potente. Quién te frena si crees que podés? Poner esa bandera ahí arriba y sacar una foto fué sacarme un gran peso de encima, una responsabilidad. Ahí volví a ser yo. En la cumbre solo recuerdo haber quedado cautivado con la vista. La vista es hermosa. Me hubiese quedado dos horas mas arriba. Pero había que bajar. Siempre hay que bajar. Espero nunca se me olvide.
foto de Juan Pablo Sarjanovich, desde la cumbre del Kangchenjunga
Juan Pablo Sarjanovich en la cumbre del Kangchenjunga
La adrenalina medida en la bajada…
La bajada fué mas larga y tediosa de lo que hubiese querido pero estuve mas entero de lo que podía haber imaginado. La bajada a C4 ese día no fue tanto pero la bajada al base al día siguiente. Fueron seis horas eternas. De yapa venía con la vista muy irritada. Esa noche luego de cumbre no veía nada. Casi no había usado lentes en el ascenso y era de manual que me iba a pasar. Quedé como los sherpas con los ojos en compota. Me asusté un poco bastante, pensé quien me baja de acá si mañana no veo?
Por suerte salió todo bien y de yapa ya aprendí como tratarme en un futuro. Venia con dos registros bravos. Uno el recuerdo del año pasado en el Broad Peak, sin cumbre. Durísimo. Y el otro registro, era el de la reciente subida a dormir a 7000 en la aclimatación. Pero evidentemente el cuerpo estaba mas adaptado. Y claro, la alegría de la cumbre ayuda y un montón. Aun así es una pateada larga, para arriba y para abajo. Los sherpas eran el mejor ejemplo. Algunos estaban reventados. No había visto eso antes. Paraban cada 10 minutos a descansar. No te digo todos, se la bancan mucho los muchachos. Pero algunos daban claros signos de agotamiento que en otros ochomiles no lo ves. Fue una dura batalla para todos. Una linda batalla, con algunas bajas.
... Unas cuantas ahora que lo pienso. Aprendí mucho. Y voy por mas! Aún hay ganas. Aún hay ochomiles sin subir. Aun hay <proyecto ochomil>.
Juan Pablo Sarjanovich
para Montañas De Argentina
... Nota MDA: GRACIAS por compartir. |