En verdad que en mis visitas al Oeste catamarcano no he oído nunca hablar de la Ciudad Muerta, pero la expresión nace de una vieja leyenda calchaquí.

Dicen que por la zona del Salar de Pipanaco, entre el Saujil de Pomán y Andalgalá y hasta el Sureste de Belén, es común escuchar la comparación: "desdichado, triste, devastado, desolado como la ciudad muerta", u otros adjetivos. Cuenta dicha leyenda que allá por los comienzos del Cristianismo vino por esos Valles un Apóstol del Señor, cuyo nombre nadie recuerda haber oído repetir a sus mayores. Todas las naciones indígenas de la amplia región tenían como capital a una esplendorosa ciudad de extraordinaria belleza y riquezas, cuya ubicación hoy nadie puede precisar.

La creciente prosperidad hizo que sus habitantes, como Sodoma y Gomorra se entregaran a todos los placeres mundanos, faltas a la moral y cuántos vicios imaginables fuesen posibles.

En esas condiciones vivían sus habitantes cuando llegó a la ciudad un Predicador, de una raza distinta a la de todas las tribus que habitaban la región, de singular belleza e impecables vestimentas, que parecían brillar con una luz sobrenatural, lo cual hizo recelar a los indios desconfiados por naturaleza...

Dicen que traía una cruz en la mano y que en la propia lengua de los indios, con mucha dulzura y carisma, les habló del Reino de Dios, de la llegada de Cristo el Redentor, de los pecados que cometían y de la necesidad, prácticamente una obligación de arrepentirse y convertirse al cristianismo para no perecer en el fuego del infierno.

El pueblo lo escuchaba, primero con curiosidad, luego atónitos por que les arrostraba como pecados aquellos actos, que para ellos eran normales y corrientes, de sus excesivos placeres.

De pronto, cansados de tanta reprimenda y molestos por las nuevas conductas que debían guardar, entre gritos e insultos el Apóstol cayó en manos de los indios que terminaron con su vida, depedazándolo en carne y ropas y como en las piras de la Inquisición, inmolaron al apóstata de sus dioses y costumbres y les ofrendaron los despojos del misionero.

El sacrificio fue motivo de una gran fiesta con total desenfreno, al estilo que acostumbraba la ciudad.

Pasada la medianoche, llegó el Zonda, el viento fuerte y caliente que sopla por estas comarcas y que arrastra ríos de médanos de un lado a otro. El viento con que Pachamama castigó la soberbia de Gilanco que había desoído los reclamos de Llastay. La tierra comenzó a temblar como si pasaran al galope mil elefantes y durante la noche los temblores se repetían con aterradora frecuencia.

Sabemos bien los habitantes de estas montañas que cuando la tierra tiembla una primera vez, al momento llega otro temblor más intenso, por lo que de inmediato, al primer sacudón, se busca el cielo abierto y un descampado, para protegerse de la posibilidad del derrumbe de las viviendas, árboles y cuánta cosa pueda a uno venírsele encima. Pero los indios dormían impávidos, obnubilados sus sentidos por las borracheras y las orgías, sin darse cuenta que algo grave estaba comenzando a suceder.

Amaneció en los valles del Oeste y desde el filo azulado del Manchao, que como centinela se yergue majestuoso destacándose su imponente silueta en el Ambato, un sol opaco, deslucido, cual si hubiera perdido las energías, asomó tristemente.

A la salida del sol, que parecía escondido detrás de un velo, le siguió una especie de lluvia de cenizas que fue apagando la vida de la flora y de la fauna, mientras la tierra seguía temblando cada vez con mayor fuerza, como si un ejército de dinosaurios corriera desbocado por Pipanaco.

La gente se despertó asustada, y entre el miedo y la resaca de sus borracheras comenzó a correr sin rumbo en medio de un inmenso caos y griterío donde clamaban piedad a sus dioses.

Dicen que los gritos se oían desde atrás de las montañas, por las quebradas y valles, y ascendían hacia el cielo donde sus dioses parecían no escuchar. De pronto el suelo se abrió y la ciudad se hundió en un profundo abismo, llevándose consigo a todos sus habitantes.

Cuando los últimos restos de la esplendorosa ciudad, de magníficos palacios y jardines se hundiera en ese inmenso hoyo y el último de sus pecadores habitantes llegase a la sima oscura del abismo, mientras aún se escuchaban ayes y súplicas que emergían de las profundidades, un descontrolado volcán, un alud de maloliente cieno, cubrió toda la superficie donde la ciudad había estado horas antes, borrando así, para siempre, todo vestigio de su existencia.

Dicen que la propia naturaleza se encargó de mantener el castigo a la ciudad, pues en la comarca solo se ve sequedad y desolación.

Los ríos que antaño corrían caudalosos hoy son secos arroyuelos, los árboles que como selva cubrían las extensas planicies de aquellos valles, son sólo vegetación rala, espinuda y casi sin follaje. Y los animales, que antes retozaban y alegraban el paisaje como en el bíblico Edén, ante tanta sequía y desolación, buscaron mejores tierras, y pasan por aquí, de vez en cuando, solo algunos que, perdidos o curiosos, se aventuran a transitar por estos lugares.

Si la Ciudad Muerta existió o no, hoy no se sabe con certeza científica, pero cuando la voz popular da cuenta de extraños sucesos, es porque algo hubo, aunque el tiempo y las deformaciones de la transmisión oral, hayan cambiado un tanto la realidad.

Quizás alguna vez, los estudiosos del futuro, den con ella y entonces sus contemporáneos digan: "antes se pensaba que era una leyenda, ahora sabemos que fue verdad". O tal vez sea sólo una leyenda de ayer, de hoy y también en el futuro. Pero en la provincia hay un refrán popular que dice que "cuando el río suena... agua trae..."

Texto del Libro: Catamarca ensueño y Leyenda, de Rodolfo Lobo Molas

UNA HISTORIA QUE LOS CATAMARQUEÑOS DEBEN CONOCER

Nos dice nuestra historia que don José Cubas perteneció a un grupo de distinguidos hombre públicos de Catamarca, siendo designado gobernador por la Legislatura Provincial por dos años, el 5 de noviembre de 1836, para completar el periodo del riojano general Fernando Villafañe.
De filiación federal, su entusiasta adhesión al gobernador porteño Juan Manuel de Rosas fue decayendo hacia el fin del año 1839. El cambio obedecía a la influencia de algunos sectores antirosistas y a los procedimientos despóticos del llamado Restaurador.
La actitud de Cubas produjo graves consecuencias para la provincia. En efecto, la Legislatura retiró a Rosas de facultad otorgada en 1832 para dirigir las relaciones exteriores. Igual actitud adoptaron La Rioja, Tucumán, Salta y Jujuy, originándose la Coalición del Norte contra Rosas. El nuevo rumbo político de Cubas produjo una honda división en el pueblo de la provincia, profundizándose las diferencias entre unitarios y federales.
Cubas fue reelegido gobernador para un nuevo periodo constitucional. Entre 1840 y 1841 se van a desarrollar los sucesos tan aciagos que terminan con la decapitación del Gobernador. Constituida la Coalición del Norte, Rosas dispondría el envío de tropas para hacer frente a la misma. La provincia de Catamarca no respondía íntegramente al gobernador Cubas. En efecto, el Oeste orientado por el coronel Eusebio Balboa se levanta en armas, lo mismo que el Este. De acuerdo a la información que disponemos, Cubas había delegado el mando en Marcelino Augier, para trasladarse a Tucumán a conferenciar con el gobernador. Mientras tanto, las fuerzas rosistas al mando del general Oribe que había derrotado a Lavalle en la batalla de Quebracho Herrado, debía actuar coordinadamente con la Coalición, se disponían a invadir Catamarca.
El coronel Mariano Maza fue designado para operar en tierras ambateñas, tomando la ciudad el 31 de mayo de 1841, quedando provisoriamente a cargo del gobierno el coronel Balboa. Cubas, apoyado por fuerzas tucumanas, entró en la ciudad retomando el gobierno. Nuevamente e ponen en acción las fuerzas federales conducidas por Maza, Balboa y los hermanos Segura, que producían escenas de pánico y sangre, con muertes y ejecuciones que afectó a destacados hombres públicos. Dominada la provincia por los federales se impone el terror. Los asesinatos y delaciones estuvieron a la orden del día.

UN REFUGIO NATURAL

Siendo así la historia, en ese cuadro de situación, apuntando al motivo de este artículo y a la luz de los testimonios analizados, todo indica que el gobernador Cubas huyó de la ciudad permaneciendo en el campo durante cinco días (29/10 al 04/11 de 1841) y dado el tiempo disponible para su retirada, el ex mandatario no debió haberse alejado más de 40 o 50 km por las dificultades que ofrecen el desplazamiento apresurado y las características del terreno. Ante el hecho que las tropas federal ingresaban desde Tucumán (E) en un gran sistema de abanico con todos los pertrechos y una caballería perfectamente organizada, es fácil deducir, dadas las características geográficas del valle central de Catamarca, que Cubas huyó hacia el Norte, internándose en las estribaciones del Ambato.
Hemos comprobado que desde el Ambato Medio hasta el valle de Catamarca solo existe un refugio natural de características tales que permitan guarecerse en él a un grupo de personas y es el conocido como "Casa de piedra de la Quebrada" que está ubicada en el triángulo geográfico formado por las localidades de El Rodeo, La Puerta e Isla Larga.
A la recopilación de antecedentes obtenidos deben sumarse amplios conocimientos de la zona, como los extintos señores don Antonio López Ramírez, Ramón Barros, Clara Araoz de Vera, etc., cuyos testimonios, de información recibida de sus antecesores coincidían en que "... en una casa de piedra en una quebrada al sur de La Puerta (Ambato) se había escondido el gobernador Cubas al ser perseguido por las tropas que respondían al Gral. Rosas... y que un poblador de la zona que cumplía la misión de proveer de alimentos a los refugiados confió esta información a su mujer, la que no vaciló en comunicar a los soldados que ya merodeaban las estribaciones del Ambato...".
Consecuentemente, las fuerzas de ocupación se trasladan a esa zona y al aproximarse a la cueva, Cubas escapó internándose luego por la quebrada del Infiernillo, ubicada aproximadamente al SO de la Casa de Piedra, donde fue apresado para ser finalmente decapitado y expuesta su cabeza en la plaza principal de Catamarca.

EXCURSION A LA “CASA DE PIEDRA”

Ante estas ricas e interesantes facetas de nuestra historia provincial, la Agrupación de Montaña Calchaquí recientemente llevó a cabo una importante excursión a la ahora llamada “Casa de piedra de Cubas”, dando cumplimiento así a su amplia y prolongada actividad que va mucho más allá de lo estrictamente deportivo, ya que como complemento incursiona en temas geográficos, turísticos, arqueológicos, etc., y como en este caso en el histórico con el objeto de conocer mejor nuestra provincia y volcar la experiencia e inquietudes de sus integrantes en bien de la comunidad.
La caminata, prevista en el calendario de actividades de nuestra institución, se inició específicamente desde la ruta Nº 1 a la altura del paraje conocido como Isla Larga. A poco de iniciar la marcha se debe cruzar el rio que alimenta al dique Las Pirquitas y se camina al puesto “Las Tranquitas”.
Poco a poco se va ascendiendo por formaciones montañosas suaves y ondulantes, que como todas las derivaciones de la serranía del Ambato-Ancasti (sierras pampeanas) presentan similares características. El relieve se va tornando accidentado, a menudo interrumpido por quebradas generalmente profundas, existiendo importantes grupos de arboles de gran porte que componen bosquecillos de singulares características.
Así luego de una hora de marcha nos introducimos en una profunda, angosta y larga quebrada que toma una dirección SO con monte espeso y a veces enmarañado, especialmente en el fondo de la misma, por donde tiene el lecho un arroyo de cauce temporario que a grandes saltos va a desembocar en el rio mencionado anteriormente. Tras una marcha de unos 8 km aproximadamente, siempre por el mismo curso, arribamos a nuestro objetivo: La casa de piedra de Cubas.
Se trata de una imponente formación pétrea de unos 8 m de alto por 12 m de ancho. Su entrada mide unos 0.80 m de alto por 2.50 m de largo orientada hacia el SE. Exteriormente nada hace presumir su interior y pasa desapercibida por la gran cantidad de rocas de importante tamaño que existen en el lecho del arroyo, ubicado a la izquierda, aguas arriba del mismo.
Evidentemente su interior fue erosionado por el agua del arroyo de tal manera que llegó a formar una gran bóveda e una altura tal que por su interior puede transitar erguido un hombre alto, pudiendo albergar, de acuerdo a nuestros cálculos –realizados en el terreno- entre 20 y 30 personas.
La belleza del paisaje es el que ya nos tiene acostumbrados nuestra Catamarca y con atractivos como los analizados precedentemente. Es triste pensar que la gran mayoría de la gente no conoce estos lugares por lo que uno de los objetivos de este artículo es dar a conocer a propios y extraños el interesar a quienes son idóneos en cada una de las ramas, que a través de nuestra actividad tocamos.

Trabajo realizado por René Peralta, Francisco Agüero, Eduardo Aroca, Víctor Bulacios y Lucrecia Molas Vera.

Publicado originalmente en el diario La Unión del Miércoles 6 de Noviembre de 1985.

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Tunupa, hijo del creador Contici Viracocha, descendió a la tierra para organizar la obra de su padre. En el cumpliendo de esa tarea sagrada tuvo que enfrentarse a numerosos demonios, que expulsó a la cumbre de los nevados Aconquija, Manchao y Famatina. Mientras lo leía, quedaba pasmado, y brotaban imágenes, recuerdos esas montañas colosales. Pero, sobre todo, de una en especial. “El lugar del miedo”, sin altares ni apachetas. Sus faldas, que parecían ser el lugar preferido para los ritos sangrientos del Chiqui el espíritu de “la fatalidad y la desgracia”.

Explicaba el relato que, en otros tiempos, a la sombra de los algarrobos, por Joyango y Mutquin, colgaban cabezas humanas o de otros animales, para calmar la sed de la desgracia. Porque, solo pagando tributo al mal hado, se logra evitar el propio infortunio. Como si se tratase de una especie de comercio de la fortuna. De este modo, la tradición Calchaquí convertía a este cerro en una de las moradas del Zupay, o el “diablo”.